Servicio de emergencias
a A.G.
Repito yo la palabra arteria
en la hoja de tu voz
algo duerme en mí la boca
de la casa alegría del hogar.
Alicia estira la cuerda
vas a volver de entre las
nenas huecas. Mamá enfermera
cuida cabezas. Los muertos te los di
¿cortamos la cuerda? Está tan tensa,
tan sensual como las raras
muñecas de mi infancia (guardaban
arañas en la panza.)
Llueve mientras hablamos
-te da pánico
-tradúceme la palabra arteria
Debajo de la ropa tenés
el látigo del circo. Único
calmante eficaz para la fiera.
Antes sabía tu número ocho seis
tres y qué sé yo qué más
medicina para la arena
que ensucia la memoria
anticuerpo contra los ojos de cuencas
vacías llamando de larga
distancia desde el cielo incierto
de la línea.
El hilo
Esta mañana corrí como si ellos
vinieran detrás y ellos sonrieron
desde adentro. Mala soy
mala como la nena que cayó
desde un décimo piso por mirase
demasiado en los espejos.
No era vanidad, no,
era terror apenas.
Desciendo de tu cuerpo
con mi oficio de boa no sé
que hacer primero:
si tatuar una figura
que te muestre muriendo allí
en tu propio pecho, o desollar
despacio las piernas sonriendo,
o tal vez quemarte
los pómulos y ensayar el gesto
de mamita en vigilia pero
quién toca como lo hace
la única que te ama quién
sino la misma que te arrastra
y se va asesina con tu humor
de guerra, de arena, de alegría.
Operación silencio
Al fin alguien
me cosió la boca.
Pequeña cirugía, lo real
sustituye a lo simbólico
Casi mágico, brillante
en su blanquísimo uniforme
del ejercito de Salud,
mi doctor decida: no hable
demasiado.
No hay peligro, pienso.
Borracha de mi sangre,
castigada, le sonrío.
Podría darle
las gracias, aunque
pensándolo bien
tendría ganas de escupirlo
con precisión en el centro
de la cara,
si no fuera por
su expresa indicación.
Mejor me callo